Locales 13 de Octubre de 2022
Megacausa zona 5

Declarar, alivianar… Partir

Declaró desde CABA, María Teresa Lodieu quien falleció días después. Su hija, Lucía Herrera, también pidió justicia por su padre Mario Herrera asesinado en Bahía Blanca en 1976.
Declarar, alivianar… Partir

Por: Subsecretaría DDHH Buenos Aires

Con lucidez a pesar de los achaques de la vida y sus 80 años, María Teresa Lodieu expresó el deseo de brindar testimonio en esta Mega Causa Zona V por el asesinato de su esposo Mario Guadino Herrera, quien fue secuestrado el 19 de abril de 1976 en el barrio de San Telmo y trasladado al Centro Clandestino de Detención y Tortura (CCDyT) “La Escuelita”, para luego ser asesinado y arrojado al costado de la ruta 51, en las afueras de Bahía Blanca.

“Mi marido era responsable de la juventud peronista de Zona Norte. Cuando fui a reconocer el cuerpo en una morgue, no me quedaban dudas de que era él. Me impactó la boca, estaba abierta y llenas de coágulos de sangre por todos lados. Tenía marcas de sogas. Costillas rotas. Es terrible esa boca, no me la olvido jamás. Destrozada totalmente. Es lo que más me aterroriza de esa situación”, detalló María Teresa.

“Es la primera vez que estoy en una audiencia oral. Es importante que se conozca, que se divulgue la crueldad de ese grupo militar y que aparezca la verdad y se haga justicia”, expresó sobre el final de su declaración, Lodieu, quien días después falleció en Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Luego de 46 años del secuestro de su esposo, María reconoció el alivio “por estar llevando a cabo estas declaraciones. La verdad y la justicia, son muy importantes, les agradezco a ustedes de haber llegado a esta instancia. Señores jueces, muchas gracias. Por su presencia y por aguantar las dificultades que yo tengo. Muchas gracias por todo”.

“Podíamos compartir el dolor y transformarlo en lucha”

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Por su parte, de manera presencial en Lavalle y Chiclana, declaró Lucía Herrera, hija del militante asesinado en un falso enfrentamiento en Bahía Blanca. Con la fotografía de su padre colgando sobre su pecho, dijo: “traigo la foto de su carnet de prensa. Era periodista de oficio, tenía 32 años”.

Lucía detalló que los restos de su papá están en el Cementerio Inglés de la Chacharita y que a su mamá se lo entregaron a cajón cerrado con la orden de no abrirlo. “Estuvo décadas en la bóveda familiar. ‘En ese cajón no sé qué hay’, me dijo una vez mi madre. Yo había dado por sentado toda mi vida que ahí estaba mi papá. Se comprobó que era él con antropólogos forenses. Se pudo constatar su identidad y la mía”.

La familia de Mario Herrera se exilió a México y Lucía describió que “no ha sido nada fácil, han pasado muchos años. Vivimos allá hasta 1985. Nunca me terminé de acostumbrar a vivir en Argentina. Siempre termina pasando que no te sentís de ningún lugar. Mi mama quería volver a toda costa para hacer justicia”.

De regreso en nuestro país, la hija de María Teresa y Mario, comentó que se encontró “con una sociedad donde el tema de la represión era tabú. Nosotras éramos bichos raros. Circulaba el ‘por algo será, algo habrán hecho’. Fue difícil en la adolescencia convivir con todo eso. Al dolor se sumaba la impunidad y la indiferencia. Todo eso se hace carne en dolor y rabia profunda. Después encontré su cauce al sumarme a H.I.J.O.S. Me di cuenta queno estaba sola, no somos pocos. Podíamos compartir el dolor y transformarlo en lucha”.

Sobre el final de su declaración, Lucía leyó un texto propio, del cual se extraen algunas frases: “46 años es una vida pero a la vez, es como hubiese sido ayer. Así se siente en el cuerpo. Estar hoy aquí nos devuelve algo de paz. (…) Queremos la apertura de los archivos. (…) Estamos aquí gracias a la lucha popular. La historia la hacen los pueblos”.

“El día a día era interrumpido por los interrogatorios”

Desde Viedma, a través de la conexión telemática, declaró Aldo Mario Rodríguez, que en 1976 era estudiante de agronomía en la Universidad Nacional del Sur y al momento de “mi detención, el 26 de marzo estaba en Villalonga, en zona rural. Me encontraba trabajando en un sistema de empaque de productos. Apareció un camión del ejército y una camioneta donde se bajaron dos personas de civil y con armas de puño. Preguntaron por mí, me identifiqué y me separaron del grupo que trabajaba conmigo. Me pusieron una capucha y comenzó un interrogatorio con golpes de puño. Me ataron las manos detrás de la espalda y me tiraron al piso del camión”.

Su cautiverio duró aproximadamente un mesen el CCDyT “La Escuelita” de Bahía Blanca. Rodríguez sufrió interrogatorios y torturas, incluso con aplicación de electricidad sobre su cuerpo: “Estuve en algo parecido a un galpón, con techo de chapa. Tenía una oficina más pequeña,ahí nos torturaban. El día a día era interrumpido por los interrogatorios”.

Sobre sus captores, el sobreviviente dijo que “habían distintos roles. Personas que golpeaban, otras que venían a hablar con uno y trataban de obtener información, de decir cosas que uno no había dicho. El mecanismo de represión funcionaba de esa manera”. Pasados treinta días aproximadamente, “me informaron en voz baja que me iban a liberar. Efectivamente ocurrió a la noche. Me dejaron en Sarmiento y Fuerte Argentino. A dos cuadras de donde tenía residencia en Bahía Blanca”.

Antes de finalizar su declaración, el Presidente del Tribunal, Ernesto Sebastián, debió interrumpir el testimonio de Rodríguez para llamarle la atención al médico imputado en esta causa, Humberto Adalberti, que se estaba afeitando frente a la cámara.

“La sensación de estar detenido sin ver, provoca un estado de indefensión muy grande y uno tiene la sensación de quien lo captura tiene una mayor dosis de impunidad. Es un hecho que atravesarlo depende de la fortaleza mental y no rendirse nunca en su espíritu. Querían hacerme parecer como el asesino subversivo más grande de la época. Yo sólo había militado en el Peronismo de base y participaba en el Centro de Estudiantes de Agronomía”.

“Agradezco por testimoniar mi situación. Espero que se haga justicia y en mi caso personal, puedo cerrar un capítulo en mi vida muy importante”, concluyó Rodríguez, testigo sobreviviente de la última dictadura cívico militar.

“El que le va la cara a un torturador en ‘La Escuelita’, no sale más”

Finalmente, se completó la reproducción audiovisual del testimonio del sobreviviente Pedro Miramonte, registrado el 14 de septiembre 2011 en la Causa Bayón. El trabajador de Vialidad detalló que “entraron a mi domicilio a punta de ametralladora, estaba con mi mujer y mis hijos. Me acusaban de trasladar armas desde Buenos Aires. ‘Lo vamos a llevar y en veinte minutos está de vuelta’, me dijeron. Fue un año, no veinte minutos. Todavía tengo marcas de la picana. Yo nací libre para pensar como yo quiero y no como ellos quieren.El que le va la cara a un torturador en La Escuelita no sale más. El de la voz gruesa,lo vi después en televisión, era el tío Cruciani. La pasé porque era joven, si tenía más edad creo que no la contaba”.

“Ya dije todo lo que tenía que decir”

Por su parte, el Tribunal informó que no hará lugar al pedido de la defensa del imputado Kussman de citar a declarar nuevamente a la sobreviviente María Emilia Salto, que brindó su testimonio en 2011. Esta decisión de no re victimización se apoyó en el informe presentado por las licenciadas Adriana Battiston y María Eugenia Cattaneo, integrantes del Equipo de Acompañamiento a víctimas de la provincia de Río Negro.

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