Locales 2 de Noviembre de 2021

Oscar Durand: un hombre; una voz

Oscar Durand: un hombre; una voz

Por: Julio Zaballa

Mi homenaje a Oscar Durand, su esposa y familia, en un reportaje que le hiciera mi querido tío Francisco Zaballa para el órgano de prensa de la Asociación de Empleados de Comercio EL CENTINELA en JUNIJO de 1986.-

Periódico de la Asoc. de Empleados de Comercio El Centinela

Oscar Durand: un hombre; una voz

Oscar Durand es una de las voces más conocidas en la ciudad. Desde hace años se afincó entre nosotros y desde L.U. 36 Radio Coronel Suárez, fue paulatinamente llegando a todos nuestros hogares, siempre con mesurada palabra, ágiles reportajes, sobrio en el decir, y sobre todo, teniendo lo que se debe tener para este delicado puesto de estar horas y horas ante un micrófono de un medio de comunicación: respeto por el oyente. Fuimos a verlo y de inmediato, se dispone a contestar nuestras preguntas. Ya le ubicamos la primera:

Oscar, ¿cómo se relacionas usted a L. U. 36 y cuándo fue eso? ¿Cómo fue que resolvió radicarse en Coronel Suárez?

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Para contestar eso hay que hacer un poco de historia, aunque esta no sea muy lejana. En enero de 1980 yo estaba viviendo una situación muy difícil de mi vida particular, quizá la mayor en mis treinta años de vida. Con ese motivo, y para tomarme unos días de descanso elegí Coronel Suárez. Lo hice porque aquí tengo familia, tíos, primos y aparte, porque mi madre estaba paseando en Suárez. Por eso opté por venir para aquí…

¿Cuáles fueron sus labores antes de conectarse con nuestra ciudad?

Yo era funcionario de la Municipalidad de Bahía Blanca, donde prestaba servicios en la Secretaría de Prensa, trabajo que hice por espacio de ocho años, habiendo actuado también en la Inspección de dicha Municipalidad.

Oscar, ¿de dónde es oriundo?

Soy nacido en Bahía Blanca. Hijo de criollos y con adolescencia francesa, a pesar de que tengo mis raíces en esta zona ya que mi abuelo estuvo muchos años de caminero en D’Orbigny. No hace mucho fui a ver ese lugar y solo queda el árbol donde estaba instalado el puesto de caminero. Aparte que mi padre también estuvo muy ligado a esa misma zona ya que trabajó muchos años en ella. Además tiene hermanas aquí.

¿En la familia suya Durand, hubo alguien que se dedicara a la locución o a algún medio radial?

En la familia, no… el único «loco» fui yo. Desde chico ya tenía vocación por el micrófono. Recuerdo que tenía apenas seis años y ya improvisaba con los antiguos ruleros de chapa que usaban las mujeres. Con ellos, hacía de cuenta que transmitía. Después, de grande, por esas cosas que tiene la vida, me relacioné con gente de radio, tanto que mi primer matrimonio tuvo mucho que ver con esa gente, ya que con él entré en la familia de un pionero radial: Don Javier Rizzo. Con la compañía de este líder del radioteatro bahiense comencé a hacer mis primeras armas ante un micrófono, trabajando en radioteatro. Eso fue en el año 1976.

Quiere decir, Oscar que aquellos primitivos dos días elegidos para «desenchufarse» de problemas, se convirtió en un afianzamiento total en nuestra ciudad.

Claro yo hacía varios años que no llegaba por Suárez, quizá siete u ocho años. Quedé sorprendido de la ciudad, la encontré tan linda, con tanto progreso, que realmente me gustó mucho. Tanto, que le dije a mi primo, Carlitos Sino, que me quedaría con ganas de vivir en Coronel Suárez. Y así, buscando esa posibilidad, intenté lograr un traslado de mi puesto municipal a la local, cosa que no se pudo concretar. Fue en esos momentos en que L. U. 36 necesitaba gente. Me presenté, me tomaron una prueba y al día siguiente estaba haciendo el Panorama de las ocho de la mañana.

Oscar, ¿está cómodo en su labor? ¿Le gusta lo que hace o lo que toma como un simple trabajo?

No. Este no es un trabajo. Yo le diría que es una vocación. Tanto que en estos momentos en que usted me hace este reportaje son las siete de la mañana. Pues bien, yo llegué a preparar nuestra salida al aire, a las 5:45 hs. Termino mi labor matinal y después del almuerzo, a las 15:00 hs estoy nuevamente en la emisora. Es cierto que uno puede sentirse cansado, pero eso se compensa largamente con lo feliz que se siente uno de poder hacerlo. Te anticipo que yo soy poco materialista, y no cambiaría lo que hago por dinero, eso sin desmerecer ningún otro trabajo. Tengo treinta años y creo que no podría ahora hacer otra cosa. Te diría que esta es mi vida.

¿Por qué?

Pues porque aquí encontré la paz interior que venía necesitando, encontré un núcleo de amigos verdaderos, encontré una ciudad donde se respira paz, y tranquilidad. Si hay una objeción que tendría que hacer a los suarenses es que aún no se han dado perfecta cuenta de la ciudad que tienen: con todo su desarrollo, su potencial humano ya sea industrial, cultural, social, comunitario. En fin, que es muy difícil encontrar una ciudad que reúna todos estos valores. Y la gente de aquí, creo que no ha alcanzado a valorar todo eso.

Oscar, ¿cuál es su opinión de la radiofonía actual? ¿Cree usted que la radio ha repuntado en los últimos años hasta ponerse a la par de la televisión? ¿Por qué ha sido eso?

La radio ha mejorado notablemente en estos últimos tiempos. Y hay algo que tiene la radio que jamás lo podrá tener la televisión. Por una parte, la espontaneidad que ofrece la radio, jamás la podrá tener la T. V.; y por otra, es que el nivel televisivo -y eso no lo he descubierto yo- es bastante mediocre. La radio sigue teniendo ese encanto especial de siempre, en cambio la T.V. no ofrece mucho margen para los elogios, ni para su evolución. Será por eso que yo soy partidario de la privatización de la televisión. Los medios de difusión controlados por el Estado nunca han sido buenos, hasta pierden credibilidad.

En el tipo de labor que hace usted en la radio, ¿quién es para usted el mejor en ese desempeño, hablando ya del profesionalismo?

Yo admiro fundamentalmente a los que andan en la calle buscando la nota y a veces, estar horas y horas para conseguirla. Es posible que haya gente que en radio piense en un Bernardo Neustad o Mariano Grondona -para nombrar algunos- y quisiere parecerse a ellos, pero esa gente, tiene un enorme equipo de producción detrás de ellos y las cosas se les hace sumamente fácil. Yo admiro a los otros, a los que andan tras la nota, porque tiene vocación, porque aman su oficio.

Durand, ¿cuál ha sido a su juicio el mejor reportaje que efectuara en su labor radial? ¿A quién fue y cuando se produce eso?

No tengo muy presente cuál puede haber sido el mejor reportaje. Será porque nunca quedo conforme con lo que hago. Le advierto que yo soy muy inseguro en mis cosas, tanto, que cuando tengo que hacer algo estoy tan nervioso como cuando me inicié en esto. Y eso que cada vez hago más cosas. Yo soy un enamorado del trabajo en equipo porque es la forma de enriquecer algo que se entrega al oyente.

No me gusta trabajar solo. Y eso de que trabajar en esa forma es difícil por los llamados «celos profesionales» aquí, al menos, no existe. Yo llegué a este medio sin conocer a nadie. Fíjese que mis primeras escaramuzas en reportajes las hice porque Eduardo Zaballa de la Nueva provincia y Manuel Cortón de Pregón Rural me fueron presentando gente y así logre integrarme al medio. En cuanto al mejor reportaje, que no sé si será el mejor, pero al menos fue el más satisfactorio para mí, fue cuando Monseños Emilio Ogñenovich en Pascuas de 1981 entronizó a la Virgen en esta radio. Ese día lo conocí a Monseñor y le hice una entrevista que no era nada fácil, por cuando se le terminaba de conceder el Premio Nobel de la Paz a Pérez Esquivel y yo quería conocer su opinión sobre ese espinoso tema. La entrevista fue por carriles normales y Monseñor Ogñenovich no solamente que no rehuyó el tema, sino que lo desarrolló en forma por demás interesante, dando algunas opiniones muy contundentes y certeras, que por otra parte es la forma que Monseñor emite sus opiniones. Creo que ese fue el mejor.

Oscar, ¿tiene alguna anécdota para los lectores de El Centinela en lo que respecta a su labor?

Sí, hay una anécdota que tuvo la virtud de dejarme muy amargado. Fue cuando vino a Suárez el maestro Ariel Ramírez, Zamba Quipildor y Julia Elena Dávalos. Actuaba en el Cine Italia y pocos minutos después partían para otra actuación. Tenían muy pocos minutos para dedicarme. Detrás de los decorados y parados le hice una linda nota a cada uno de ellos. Se fueron y cuando fui a escuchar la grabación no había salido nada. ¡Había puesto las pilas invertidas! La anécdota es que no solo me costó el reportaje a tan importante gente, sino que también perdí el grabador. ¡Lo estrellé contra la pared!

Desde su óptica de periodista, ¿cómo ve la marcha actual del país?

Yo la veo con cierta preocupación. Muy preocupado. Tengo miedo que la gente siga perdiendo confianza. Yo no quiero cuestionar los aciertos o desaciertos del gobierno. Pero temo a una falta de confianza en el pueblo porque ya sabemos lo que trae eso. Trae que los aventureros de siempre comiencen a golpear las pertas de los cuarteles. Yo comprendo que al obrero no le alcanza el sueldo para vivir, que el ama de casa que cada día que pasa puede comprar menos, pero no debemos dejar de creer en la democracia. Nunca más volver a golpear los cuarteles.

Por último, Oscar Durand, a usted que no es oriundo de nuestra ciudad, le pediría una reflexión sobre Coronel Suárez y su gente…

Para mí esto es un paraíso, pero que aún no reconocemos todas la posibilidades y bondades que tiene

Oscar, le dejo en el final las páginas de El Centinela para sus palabras finales…

Yo llegué a Coronel Suárez -como lo digo al principio- con una serie de frustraciones y problemas personales hace algunos años, y esta ciudad me abrió las puertas de par en par.

Entonces yo quisiera decirle a la gente de esta ciudad, que cada paso que doy aquí en mi profesión y en mi vida privada es un paso que está guiado únicamente por un poder de gratitud que yo tengo para la gente de Coronel Suárez. Quisiera que la gente entienda esto: que si me equivoco en algo lo hago porque soy un ser humano. He puesto y pongo honestidad en mi tarea, y esa misma honestidad es la que yo quiero ofrecer a la gente de esta ciudad como muestra de agradecimiento de estos siete años que he vivido aquí en esta nueva vida que me toca vivir.

Creo que nunca alcanzaré a pagar esa deuda. Como finales digo que agradezco a ustedes, los de El Centinela esta nota que me hacen y que me permiten llegar a la gente de esta ciudad por medio de comunicación que no es habitual en mí. Muchas gracias a ustedes…

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