Locales 26 de Marzo de 2022

"Perdón", carta abierta

”Perdón”, carta abierta

Por: Sebastián Andes

Es increíble cómo al llegar a las islas, desde el aire ya se puede apreciar aquel mapa que en la escuela tantas veces uno dibuja y pinta de celeste y blanco.

Cuando abrieron la puerta del avión decidimos como grupo de viaje bajar juntos y pisar todos a la vez el suelo de las islas como signo de que el objetivo estaba logrado. 

Una vez en el aeropuerto, se pueden ver diversos carteles indicando que no se puede filmar o tomar fotografías, es que además de un aeropuerto se trata de una zona militar. La presencia de soldados, camionetas y aviones intimidan a primera vista pero la recepción es muy cordial.

Luego de sellar el pasaporte (como si estuviera en otro país), en español me desean una buena estadía. Posterior a los correspondientes trámites, a la salida de Mount Pleasant, aguardo la combi que me llevará a Puerto Argentino.

Me dirijo hacia la ciudad en una combi que comparto con otros argentinos entre los que se encontraban ex-combatientes que por primera vez viajaban a las islas acompañados de sus familias. Eran sus vacaciones de enero (como las mías), sin dudas muy especiales y diferentes a todas las demás.

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En el trayecto, por las ventanas del vehículo, observábamos en un silencio profundo el paisaje que nos rodeaba. Cuando el camino de ripio se transformó en asfalto, a lo lejos se podía insinuar una pequeña ciudad de techos muy coloridos.

El ingreso a la ciudad dio inicio nuevamente las conversaciones en el interior de la combi, principalmente diferentes exclamaciones generadas por el impacto de la hermosura del lugar. 

En Puerto Argentino, todo o casi todo, transcurre a lo largo de la avenida costanera Ross Road. Allí están los hoteles principales, el supermercado, la estación de policía, el banco, la sede del periódico local, las dos iglesias (la protestante y la católica), un museo y el embarcadero que recibe a los miles de turistas que llegan en los cruceros antárticos.

La ciudad también cuenta con un hospital, un cuartel de bomberos, un hogar de ancianos, pubs, locales de chocolates y regalos. También hay una gran escuela secundaria como las que se observan en las películas, que por suerte la encontré abierta y pude ingresar para recorrer y visitar cada uno de sus espacios con ojos de docente. También pude conocer algunas escuelas primarias que se encuentran en la zona rural.

El paisaje urbano es muy colorido, sumamente prolijo, ordenado, limpio, con parques y plazas de juegos. Las viviendas son muy lindas con jardines y huertas. Imposible entablar una relación con alguna ciudad argentina. El lugar es único.

Otra característica presente en la ciudad y en las costas es la presencia de pequeños y grandes monumentos en los que nunca faltan flores.

Los habitantes de Puerto Argentino son muy cordiales. No hay caras raras al escuchar el “acento” argentino y en verdad se interesan en contar sus vínculos con nuestro país. Y es que en las islas aún hay muchos argentinos viviendo con sus familias. Uno de ellos justamente es el encargado del mantenimiento general del cementerio de Darwin.

Darwin, nos evoca la evolución, a aquel naturalista que pasó por las islas a bordo del Beagle en 1833. ¿Sabían que entre sus exploraciones Charles Darwin encontró un estilo de canoas muy poco conocidas en las riberas de las islas? Actualmente estos registros del científico evidencian en distintos estudios que las Malvinas fueron descubiertas y visitadas con frecuencia por los Yaganes, pobladores de Tierra del Fuego expertos en el uso de canoas, siglos antes de la llegada de los europeos.

Pero Darwin también es el nombre del sitio en las islas donde se encuentra el cementerio argentino. El lugar se encuentra en la cima de una colina que apenas uno puede denotar su altura a simple vista, pero a medida que uno camina y se acerca a la entrada principal el viento se hace sentir.

Para llegar a la tranquera de ingreso del cementerio se debe recorrer un camino de pedregullo. Cada tumba tiene una cruz blanca y una placa. Actualmente en la mayoría de estas placas, se expresan nombres y apellidos, quedando atrás la famosa frase “Soldado sólo conocido por Dios”.

En mi visita en 2017, en este lugar (que además de ser un cementerio también es para nuestra historia un monumento) sinceramente no encontré la hermosura y prolijidad característica de toda la isla. ¿Por qué? me pregunté, ¿Por qué acá también el olvido y el abandono?

Luego de recorrer Darwin en una mezcla de sensaciones, a modo de homenaje y en representación de mi familia y amigos, me despido del cementerio dejando en una de las cruces un rosario blanco que queda agitándose por el viento.

Mis ojos y mi cámara disfrutaron de las maravillas de los paisajes pero mi cabeza y mi corazón no dejaron nunca de mirar hacia los montes y las costas, pensando en el clima, los sonidos y silencios de la guerra, y en todo lo que significó. Sólo a una “pobre persona” a miles de kilómetros desde la comodidad calefaccionada de su despacho, se le pudo haber ocurrido traer aquí a unos “pibes” para enfrentar una guerra.

En el recorrido profundo de las islas ya no se encuentran muchos rasgos de la guerra. Un profundo respeto y dolor lo invaden a uno cuando se acerca a esos puntos conflictivos. Cuando me acerqué a uno de los pocos “pozos” que quedan, me quedé ahí un largo rato en silencio. Cuando vuelvo a tomar conciencia de donde estoy parado, no hago otra cosa que despedirme del lugar. Solo a lo lejos puedo levantar mi cámara y tomar una fotografía de la estructura de piedra y madera que aún resiste el viento y el clima de la isla.  

Luego de una semana completa de recorridos, de charlas e infinitas emociones, llega el momento de regresar. En el aeropuerto los argentinos volvemos a encontrarnos. Qué paradoja, tan pequeñas las islas y apenas nos habíamos cruzado.

Contentos por la inolvidable experiencia, tomamos vuelo con las valijas repletas de anécdotas, imágenes y una catarata de emociones.

Hoy, en el "Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia", planificando una presentación escolar y a punto de cumplirse 40 años de uno de los hechos más tristes de nuestra historia, encuentro en mi archivo una fotografía que nunca edité y difundí. Una imagen inédita en todos los sentidos. Se trata de una tarjeta de una ofrenda floral de una de las cruces de Darwin, cuyo texto dice: “¡Perdón! En nombre de los argentinos que creemos injusta tú presencia aquí pero no pudimos hacer nada para evitarlo”.  

No hay mucho más para agregar. El sabio tiempo y la capacidad reflexiva de cada uno nos enseñará dónde y cómo nos encontramos como compatriotas a 40 años de aquel ´82 y a casi 40 años de democracia. 

Que el próximo 2 de abril no sea un feriado más.

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